CURSO CERRADO.
La optativa de Psicología ahora pertenece al Departamento de Filosofía.
Lamentamos las molestias.
1. Introducción
En la unidad anterior, hemos definido la psicopatía como el peor de todos los trastornos psicológicos por lo devastador que puede resultar el enfermo psicópata para la sociedad; tanto es así, que también se conoce dicho trastorno con el nombre de sociopatía.
El ser humano, como animal de tipo gregario, desde el mismo momento de su nacimiento forma parte de una sociedad cuyo núcleo es la familia, y esta, a su vez, se integra en otras muchas sociedades, tales como su pueblo o ciudad, su comunidad autónoma o su país.
La psicología del lenguaje no tendría sentido si no fuera por esta vida social que mantiene el ser humano. De hecho, el lenguaje es un elemento básico de estudio de la psicología social. Si seguimos profundizando en este sentido, podríamos decir que casi ningún tipo de psicología tendría sentido si no considerásemos nuestro aspecto social.
Por estas especiales características de la psicología social, hemos decidido dejar esta unidad para el final. Pero todavía hay más argumentos para ello: si bien es cierto que la psicología es una ciencia relativamente novedosa, la psicología social lo es aún más, puesto que sus orígenes se encuentran en el comienzo del siglo xx.
A lo largo de la presente unidad repasaremos esos orígenes y veremos la importancia de muchos de los contenidos de esta ciencia para el hombre y la mujer de hoy, aprendiendo al mismo tiempo a distinguirla de la sociología.
2. El concepto de psicología social
El primer experimento de psicología social lo llevó a cabo Triplett en 1897, midiendo el efecto de una situación competitiva sobre la ejecutoria, pero no fue hasta finales de la década de los años treinta cuando la psicología social empírica inició realmente el despegue, sobre todo por inspiración de Kurt Lewin y sus discípulos. Y, si bien es cierto que Aristóteles expuso por vez primera algunos principios básicos de la influencia y la persuasión sociales hacia el año 350 antes de Cristo, solo a mediados del siglo xx se sometieron esos principios a verificación empírica, por Cari Hovland y sus colaboradores.
A mediados del siglo xx, Cari Hovland demostró los principios básicos de la influencia y la persuasión sociales.
En cuanto a la definición de psicología social, nos encontramos de nuevo con el eterno problema de ver tantas definiciones como psicólogos sociales existen y han existido, pero para dar alguna más o menos satisfactoria que pueda servirnos de referencia, ofreceremos la que Elliot Aronson cita en su Introducción a la psicología social, libro del que hemos extraído, asimismo, la información acerca de los orígenes de esta parte de la psicología.
Ejemplo 1
Supongamos, en primer lugar, un niño al que regalan un juguete que apenas le hace ilusión; lo coge, lo mira y lo deja en un rincón de su habitación. Pocos días más tarde, a un amigo le llama la atención dicho juguete. El propietario, que no había hecho ningún caso al regalo, de pronto se siente atraído por él, se lo quita al amigo y se pone enseguida a jugar con él. Supongamos ahora un hombre que ve pasar a su vecino con un coche nuevo y, aunque él está satisfecho con su vehículo, que tiene más de cinco años, empieza a pensar en la posibilidad de cambiarlo por otro. Para terminar, podemos recordar lo ocurrido en Sevilla, en la Semana Santa del año 2000, cuando unos muchachos, imitando una escena de una película, emprendieron una carrera durante la celebración de una procesión y causaron un gran alboroto. En el primer caso, el niño se ha dejado influir por su amigo a la hora de valorar su nuevo juguete. En el segundo, la influencia está más clara todavía, porque el hombre, que estaba contento con su coche, piensa en sustituirlo por otro nuevo.Y en el tercer ejemplo, hay una doble influencia. En primer lugar, los alborotadores se vieron influidos por la proyección de una película, de la que copiaron una conducta y, a su vez, ellos influyeron sobre el resto de las personas que asistían a la procesión.
Aronson considera que, en la mayoría de las situaciones sociales, lo que realmente importa es la influencia que la sociedad ejerce sobre el individuo y la influencia que las personas tienen sobre las creencias o las conductas de los demás.
En esta misma línea, también resulta bastante satisfactoria la definición de Myers, más reciente que la anterior: «La psicología social es el estudio científico de la manera en que las personas piensan unas de otras, se influyen y se relacionan entre sí».
Por su parte, la sociología es, según aparece en el diccionario de Hugo de los Campos «la ciencia que estudia casi todos los fenómenos sociales, a excepción de los de tipo económico, político, cultural o de anterior ubicación temporal, que son estudiados por otras ciencias, y los de carácter microsocial, que son abordados por los psicólogos sociales».
Esta definición es bastante coherente si la comparamos con las de Myers y Aronson, y está prácticamente de acuerdo con la de Merril: «Ciencia que estudia los fenómenos sociales y de masas, tales como la movilidad social, el cambio social, la estratificación social...». Según esta definición, los aspectos microsocíales también formarían parte del objeto de estudio de los psicólogos sociales, entendiendo como tales los aspectos del individuo y su influencia sobre el resto de la sociedad o, al contrario, de la sociedad sobre el individuo.
Más escueta es la definición que ofrece el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española en su última edición: «Ciencia que trata de la estructura y funcionamiento de las sociedades humanas». Esta estructura y funcionamiento de las sociedades humanas debe entenderse en el sentido de los aspectos microsociales y en el de los macrosociales.
3. El apego como primera relación social
El bebé, tras su nacimiento, comienza a establecer una relación con su madre o con la persona que ejerza este papel y esta relación va haciéndose cada vez más estrecha. El bebé necesita a la madre para subsistir y su conducta está determinada por la de la figura materna pero, a su vez, también la determina pues, según el bebé responda a la conducta de su madre, así se comportará ella.
La importancia de la relación con la madre ya había sido señalada por Freud y otros autores posteriores, a comienzos de los años cuarenta del siglo xx. Por ejemplo, Rene Spítz, en 1945, denominó hospitalismo a un síndrome que presentaban los niños que habían experimentado una separación larga de su madre y una carencia afectiva intensa en un período determinado. También denominó depresión anaclítíca al síndrome producido por la carencia afectiva parcial.
En la obra Oliver Twist (novela de Charles Dickens, escrita en 1838), aparecen unos niños al «cuidado» de un ladrón, cuya misión fundamental es la de robar carteras a los descuidados viandantes, a cambio de un techo y comida. Esta visión novelada se corresponde con la realidad de las grandes ciudades, en las que no faltan muchachos marginados que se buscan el sustento mediante procedimientos ilegales. -
En 1946, Bowlby estudió a un grupo de 44 niños que robaban y comprobó que varios de ellos podían calificarse como «indiferentes afectivos». La gran mayoría había experimentado una separación completa y prolongada de su madre, o de cualquier otra figura que ejerciera tales funciones, en el curso de los cuatro o cinco primeros años de vida. Este trabajo tuvo tal impacto que la Organización Mundial de la Salud (OMS) auspició varios trabajos de esta índole para conocer el alcance del problema.
La teoría generalmente aceptada acerca de cómo se formaba la relación madre-hijo sostenía que el niño recibe satisfacciones de su madre bajo la forma de alimentación, cariño, limpieza, eliminación del dolor, etc. y que asocia estas situaciones con la persona que las hace posibles. A partir de aquí, se establece el lazo entre la madre y el niño por un mecanismo de condicionamiento.
Curiosamente, esta teoría era aceptada tanto por los psicoanalistas como por los partidarios de la teoría del aprendizaje. Sin embargo, Bowlby observó que la necesidad de contacto con la madre es independiente de la necesidad de alimentación y, no satisfecho con los trabajos realizados, quiso buscar la respuesta en la etología (estudio del comportamiento de los animales). A partir de sus experimentos surgieron muchos otros similares, desde los más diferentes puntos de vista.
4. Influencia de las diferentes escuelas en la psicología social
Al igual que sucede con tantas otras ramas de la psicología, las diferentes escuelas han hecho incursiones en el ámbito social, lo cual resulta bastante lógico si tenemos en cuenta la importancia del aspecto social en la psicología.
Así, por citar algunos ejemplos, Cari Jung hablaba del inconsciente colectivo para referirse a las sensaciones, pensamientos y recuerdos compartidos por toda la humanidad, distinguiéndolo de las sensaciones personales y los pensamientos inconscientes o reprimidos desarrollados durante toda la vida del individuo. Tomando de Platón el término arquetipo o imagen primordial, identificó las experiencias típicas, también compartidas por la humanidad, como enfrentarse a la muerte, o elegir una pareja y encontró su manifestación simbólica en las grandes religiones, mitos, cuentos de hadas, fantasías y en la alquimia, en especial en la obra de Paracelso y Pico della Mirándola. Jung explicó estos términos en 1920, cuando aún prácticamente no se hablaba de psicología social.
La Gestalt, en sus múltiples investigaciones acerca de la percepción, utilizó el término percepción social para determinar la influencia de los demás en la propia percepción. Así, como veíamos en la unidad 6, se realizaron algunos experimentos, como el llevado a cabo por Bruner y Postman, en los que se demostró que el valor del dinero aumentaba en los grupos sociales más desfavorecidos. Este experimento data de 1948, año en que la psicología social ya estaba en pleno funcionamiento.
Otro tanto ocurre con el conductismo, aunque aquí tenemos que avanzar bastante en la historia para hallar conclusiones de importancia pues, evidentemente, ni Pavlov, ni Setchenov, ni ninguno de sus representantes consideraron realmente importante el factor social. Sin embargo, Skinner consideraba los reforzadores sociales como los de mayor valor operante. Más adelante, Bandura desarrolló toda una teoría conductual basada en el aprendizaje vicario, o por imitación, del que más adelante hablaremos con mayor profundidad.
5. Aportaciones de la ciencia cognitiva a la psicología social
Si las escuelas citadas hicieron incursiones más o menos enriquecedoras para la psicología social, la que más aportaciones ha hecho ha sido, sin duda alguna, la cognitiva. La cognición social supone analizar la capacidad de la mente para procesar la información acerca de los demás, lo que constituye de por sí el espíritu de la psicología social.
Ciertamente, pasamos gran parte de nuestra vida pensando en otras personas y tratando de obtener información acerca de ellas, pues los juicios y las conclusiones que obtengamos pueden ser decisivos para nosotros mismos.
Este hecho lo conocen bien los publicistas y nos hacen llegar por todos los medios de comunicación mensajes cargados de informaciones de este tipo.
Quizás la mayor aportación que ha ofrecido la psicología cognitiva sería la postulación de las distorsiones cognitivas, entre las que se encuentran la lectura del pensamiento, que puede ocasionar un gran daño en las relaciones interpersonales, y las leyes del pensamiento social.
Ejemplo 2
Una pareja se sienta a merendar en el campo y de pronto aparece una tercera persona que les resulta conocida. Se trata de un antiguo amor. Automáticamente, el pensamiento de los dos miembros de la pareja se pone en funcionamiento. Uno de los dos piensa en el tiempo que pasó junto a esa tercera persona y en lo que ha mejorado su vida después de haberse separado de ella, pues ahora es mucho más feliz. Por su parte, el otro miembro de la pareja piensa que la otra persona está recordando lo maravilloso que era aquel antiguo amor y se enfada. De hecho, es una lectura de pensamiento que le ha llevado a una interpretación errónea de la realidad y se ha enojado innecesariamente.
Hay otro ejemplo muy similar en un chiste, en el que se cuenta que un señor que va en su coche se queda parado en medio de una carretera por la que no pasa nadie. De pronto, ve una casa a una cierta distancia y piensa que allí le pueden prestar una llave inglesa para arreglar la avería. Ni corto ni perezoso, se acerca a ella. En el camino, piensa lo que le puede ocurrir, en los siguientes términos: «Es tarde y seguro que me van a decir que no me la dejan... Quizás, ni me abren la puerta... No sé para qué voy, porque el dueño de la casa me va a decir que la llave es suya y creerá que se la quiero quitar... Si me la deja, se quedará pensando que se ha quedado sin ella y yo voy a parecer un ladrón...». Su pensamiento, cada vez más negativo, adivina de manera falsa los posibles pensamientos del dueño de la casa. Finalmente, llega a la puerta, llama y cuando sale el dueño de la casa le dice: «¿Sabe lo que le digo? ¡Que no necesito su dichosa llave inglesa!».Y se marcha de allí.
En el primer caso hay un episodio de celos sin razón alguna, porque el miembro de la pareja que era antiguo novio o novia de la persona que pasaba por allí, no sólo no tenía la menor intención de dejar a su nueva pareja, sino que se encontraba bien a su lado y feliz de haber terminado su relación con la otra. El segundo caso es más curioso aún, porque el dueño de la casa ni siquiera tenía la menor idea de quién era la persona que había llamado a su puerta, ni de por qué lo había hecho.
Leyes del pensamiento social
Dentro de las leyes del pensamiento social, podemos distinguir las preconcepciones, el falso consenso y la información social negativa:
■ Nuestras preconcepciones controlan nuestras interpretaciones y recuerdos. Las ideas preconcebidas dirigen nuestra forma de percibir, interpretar y recordar la información. Lo mismo sucede con la percepción social y esto es fácil de ver en el citado experimento de Brunery Postman, pero es más sencillo aún de comprobar en nuestras propias relaciones interpersonales. Por ejemplo, cuando nos presentan a alguien, si se produce empatia, si tenemos puntos en común y, más aún, si después el amigo común que nos lo presentó nos comunica que le hemos caído bien, recordaremos a esa persona como alguien agradable y simpático. Si sucede lo contrario, nuestro recuerdo será bastante desagradable. Peor aún sería si esa persona nos recordase físicamente a alguien que realmente nos cae mal, pues nuestra preconcepción sería nefasta para el buen curso de una posible amistad.
■ Efecto del falso consenso. Creemos que los demás piensan como nosotros. Esta falsa creencia es tan común como la anterior y suele llevar, en especial a las personas inexpertas, a situaciones ciertamente conflictivas.
■ En general, prestamos atención a la información social negativa. Aun cuando la crítica sea constructiva, si alguien nos aporta algún dato negativo, nos quedamos con él como el aspecto básico de todo el contenido de la crítica y desatendemos todo lo demás.
6. El conformismo
Atendiendo a estas leyes, se podría pensar que la mayor parte de los seres humanos vemos frustradas nuestras aspiraciones en cada momento y, si bien es cierto que en ocasiones sucede así, hay mecanismos que nos ayudan a evitar la frustración. Uno de ellos es el que se conoce como conformismo.
Podemos definir el conformismo como un cambio en la conducta o en las opiniones de una persona como resultado de una presión real o imaginada de personas o grupos de personas. Quien haya visto la película La lengua de las mariposas tendrá un ejemplo muy claro de frustración en el maestro, cuando la victoria del bando nacional supone el final de sus aspiraciones y de su vida, y un ejemplo más claro aún de lo que es el conformismo, cuando el niño, al final, se siente incapaz de impedir que se lleven a su maestro.
Si revisas las actividades 2 y 3 de la unidad 6, recordarás cómo el hecho de haber hablado de la senectud antes de la presentación de la figura ambigua de la joven y la anciana llevaba a los alumnos a ver con mayor facilidad a la segunda. Este ejercicio no demuestra que haya habido conformismo, pero puedes conseguirlo sencillamente hablando con el grupo para convencer a los que han visto a la joven de que lo que se ve en realidad es una anciana. Al poco tiempo, se escuchará, por parte de más de uno, aquello de: «Es verdad, es una anciana».
Clasificación del conformismo
Podemos distinguir tres tipos de conformismo o, más concretamente, de influencia social; la sumisión, la identificación y la interiorización.
■ Sumisión. Se trata de la conducta conformista de una persona movida por el deseo de obtener una recompensa o evitar un castigo. Su duración es tan larga como la promesa de recompensa o la amenaza de castigo. El componente fundamental de la sumisión es el poder. Los padres tienen el poder de entregar recompensas, o de administrar castigos, lo mismo que el profesorado o que el jefe o la jefa en el trabajo.
■ Identificación. En este caso, el premio consiste en parecerse a quien influye, por el propio deseo que tiene el sujeto de hacerlo. Un líder político carismático, por ejemplo, suele ser imitado por muchos de sus seguidores. Otro claro ejemplo es el que ejerció Coco Chanel en las mujeres de su época, quienes comenzaron a vestir como ella y a fumar en público, algo que hasta esa fecha era muy difícil de ver. En la identificación, el componente social es el atractivo de la persona con la cual se identifica el individuo.
■ Interiorización. Válida tanto para los valores como para las creencias, la interiorización es la respuesta más permanente y con raíces más profundas de la influencia social. El móvil para interiorizar una creencia específica es el deseo de estar en lo cierto y, naturalmente, la recompensa de esa fe es intrínseca. El componente social fundamental es la credibilidad de quien suministra la información. Si leemos un periódico determinado es porque nos identificamos con él y no con otro de una ideología diferente. Y si en este periódico leemos una opinión de un periodista que para nosotros es digno de crédito, la interiorizaremos por el deseo de estar en lo cierto.
7. La agresividad
Si el conformismo es un mecanismo para reducir la frustración, otro tanto podemos decir de la agresividad pero, en este caso, el signo es totalmente contrario, porque no se evita la frustración, sino que se elimina una vez que esta ya ha ejercido su daño sobre la persona. Por eso, cabe distinguir la frustración de la privación, porque no es agresivo quien no posee, sino quien desea poseer.
Podemos definir la agresividad como aquella conducta cuya meta es causar daño o dolor; este no tiene por qué ser de tipo físico, pues también es posible causar dolor psíquico, que en algunos casos puede resultar más perjudicial incluso que el físico.
Ejemplo 3
Volvamos a uno de los casos del ejemplo 1, aquel en que un hombre veía pasar a su vecino con un coche nuevo. Podían ocurrirle varias cosas:
1. Que no sintiera ninguna necesidad de cambiar de coche, con lo cual no habría problema.
2. Que le apeteciera cambiarlo por lo que podríamos llamar «envidia sana», se sentara a hacer cuentas y una vez que lo viese posible, se decidiera a hacerlo.
3. Que después de sentir la necesidad de cambiarlo y de hacer cuentas, estas no le cuadrasen o, en otras palabras, que no pudiera cambiar de coche. En este caso, su respuesta sería la de conformarse o la de sentir una frustración tal que no aceptase su situación. Esto le generaría un estado de ira que provocaría su agresividad, lo que podría llevarle a cometer algún acto de vandalismo contra el coche o agredir a alguna persona que no tuviese ninguna culpa.
Si observamos a diversos seres del reino animal, comprobaremos que la agresividad forma parte de sus vidas, en especial, cuando llega el momento del apareamiento. Así, es fácil ver a los machos de cabra montes darse brutales topetazos hasta que el más fuerte vence al más débil y lo mismo ocurre con muchas especies animales más. ¿Y con los seres humanos?
Desde tiempos inmemoriales, la humanidad siempre ha sentido la emoción de la ira y ha recurrido a la agresión para expresarla. En la unidad anterior, veíamos que, según el Génesis, Caín mató a su hermano Abel y, desde entonces, unos pueblos luchan contra otros por las razones más diversas que se pueda imaginar. Incluso, como en la guerra civil española de 1936, la lucha puede producirse entre miembros de un mismo pueblo.
Sin embargo, es un hecho que la violencia genera violencia y no reduce la necesidad de volver a agredir. Tan sólo es preciso echar una ojeada a los periódicos para observar ejemplos de agresiones entre pueblos, entre creyentes de diversas religiones y hasta entre miembros de una misma familia.
Es evidente que la educación recibida por cualquier persona de nuestra cultura hace que tenga pocas probabilidades de ejercer actos violentos y de que estos sean bien vistos por el resto de los miembros de la sociedad. Así pues, la única solución para reducir esa agresividad radica en no ejercerla, lo cual puede provocar, y de hecho provoca, una mayor frustración. De este razonamiento, se desprende una pregunta: ¿Qué podemos hacer para reducir la violencia y no sentirnos frustrados?
8. Las habilidades sociales
La respuesta a esta pregunta viene dada por la educación que nuestra cultura nos proporciona. Sin embargo, todos ejercemos diferentes papeles, dependiendo del momento. Si revisamos una vez más el ejemplo del hombre y el coche, veremos que puede pagar su disgusto con su familia pero, evidentemente, no con su jefe, es decir, que se está comportando de manera diferente con cada uno de ellos. Estas pautas de comportamiento pueden ser de tres tipos: pasivas, agresivas o asertivas.
■ Comportamiento pasivo. Se dice que una persona tiene una conducta pasiva cuando permite que los demás abusen de él, cuando no sabe defender sus intereses y cuando hace todo lo que le dicen sin importar lo que piense o sienta al respecto. La única ventaja que tiene, sí es que se puede considerar como tal, es que raramente recibe un rechazo directo por parte de los demás. Las desventajas, que son mayoría, empiezan por el hecho de que los demás se aprovechan de ella, con lo que acaba por acumular una pesada carga de resentimiento y de irritación, que aumenta más aún el grado de frustración. Un ejemplo de pasividad evidente es el conformismo.
■ Comportamiento agresivo. El comportamiento agresivo se caracteriza por la amenaza, la pelea y la acusación y, en general, por todas aquellas actitudes que signifiquen agredir a los demás sin tener en cuenta para nada sus sentimientos. El individuo agresivo que se comporta de tal modo tiene la ventaja de que el resto de las personas no abusan de él y le respetan pero, en contrapartida, nadie quiere tenerle cerca.
■ Comportamiento asertivo. Una persona tiene una conducta asertiva cuando defiende sus propios intereses, expresa sus opiniones libremente, no permite que los demás se aprovechen de ella y, al mismo tiempo, es considerada con la forma de pensar y de sentir de los demás. Ser asertivo tiene muchas ventajas, pues puede obtenerse lo que se desea sin ocasionar trastornos a los demás. Siendo asertivo se puede actuar a favor de los propios intereses sin sentirse culpable o equivocado por ello; igualmente, dejan de ser necesarios la docilidad extrema o la retracción, el ataque verbal o el reproche y estas formas de actuación pasan a considerarse como lo que son, formas inadecuadas de evitación, que crean más dolor y estrés del que son capaces de evitar. Es conveniente pues, desarrollar un comportamiento asertivo, puesto que tanto el estilo de conducta agresivo como el pasivo no sirven, generalmente, para lograr lo que se desea.
La asertividad fue descrita inicialmente por Andrew Salter, en 1949, como un rasgo de personalidad que solamente poseían algunas personas. Sin embargo, algunos años más tarde, fue definida en 1958 por Wolpe y, en 1966, por Laza-rus, como la expresión de los derechos y sentimientos personales, y se descubrió que casi todo el mundo puede ser asertivo en algunas situaciones concretas.
Ejemplo 4
Imaginemos una situación habitual: deseamos pedir prestados unos apuntes a una compañera ya que nos consta que siempre los suele tomar muy bien. Podemos hacerlo de las siguientes maneras: —Oye, el otro día no pude asistir a clase y... Bueno, tú tienes siempre muy buenos apuntes. (Pasiva) —Déjame tus apuntes de psicología. (Agresiva) —Ana, el otro día no pude asistir a clase de psicología y no pude tomar apuntes. ¿Te importaría hacerme el favor de prestarme los tuyos para hacer fotocopias? Te los devolveré enseguida. (Asertiva) El primer modo es pasivo porque no hemos pedido nada. Podría haber sido peor, porque en algunos casos de pasividad total, ni siquiera se habría llegado a entablar esta conversación.
El segundo es agresivo porque no damos razón ninguna, ni tampoco pedimos, simplemente ordenamos. El tercer modo es asertivo porque damos una razón, pedimos el material por favor y aseguramos que vamos a necesitarlo solamente un momento. Ana, la dueña de los apuntes, puede no tener ganas de dejarlos, por ejemplo, porque la última vez que prestó unos apuntes se los devolvieron manchados de café. Su respuesta también puede ser de cualquiera de los tres tipos señalados: —Bueno, es que... Te los dejo, pero ten cuidado. (Pasivo)
—No. (Agresivo)
—No quiero prestar mis apuntes porque, el otro día, Juan me los pidió y luego me los devolvió muy sucios. Si no te importa, yo te acompañaré personalmente a hacer las fotocopias. (Asertivo)
De lo que se trata es de aumentar la frecuencia de ese tipo de actuaciones, aprendiendo a reaccionar de la manera más adecuada, mediante un programa de entrenamiento que ha recibido diversos nombres; entre los más destacados podemos subrayar el de entrenamiento en habilidades sociales o el de entrenamiento asertivo.
Lazarus también propone un modelo de afrontamiento de problemas en el que no descarta del todo un cierto conformismo, siempre que las circunstancias no dependan del propio sujeto. Se trata del «coping», al que define en 1984 como aquellos esfuerzos cognitivos y conductuales constantemente cambiantes que se desarrollan para manejar las demandas específicas externas y/o internas que son evaluadas como desbordantes de los recursos del individuo. Si la situación depende del sujeto, lo propio es manejarla de manera asertiva, pero en caso contrario, lo suyo es adaptarse a los cambios, manejando otro tipo de estrategias.
9. Comunicación de masas: propaganda y persuasión
Como acabamos de apuntar, el lenguaje asertivo se maneja a la perfección en la práctica totalidad de las emisiones de cualquier medio de comunicación, en especial la publicidad. Todos los anuncios intentan convencernos para que compremos un producto, pero hemos pasado del antiguo «X lava más blanco», es decir, del mensaje directo, a un tipo de comunicación audiovisual mucho más sofisticada, en la que las imágenes nos trasladan, por ejemplo, a una mancha de grasa, haciéndonos partícipes de cómo el producto en cuestión hace que desaparezca.
La eficacia de la comunicación depende en gran medida de los siguientes factores:
■ Fuente de comunicación. ¿Quién emite el mensaje? ¿Qué persona o qué medio de comunicación se encarga de transmitir la información?
■ Naturaleza de la comunicación. ¿Cómo se transmite esa información?
■ Características del público o audiencia. ¿A quién se le transmite la noticia?
En más de una ocasión, ha ocurrido que algún periodista de radio o televisión ha sido objeto de polémica o hasta de escándalo y, sin embargo, la audiencia de su programa, lejos de bajar, ha aumentado. Las razones pueden ser muy variadas, pero está claro que cualquier presentador o presentadora de un programa de cualquiera de esos medios tiene un tipo de público determinado, que lo defenderá a capa y espada y se creerá más su mensaje, aunque esté claramente falseado, que el del resto de los medios que lo acusan.
En este sentido, entramos en la sutil diferencia entre la propaganda y la educación. La primera es la propagación sistemática de una doctrina determinada. La segunda se refiere al acto o proceso de impartir conocimientos o habilidades. Cuando miles de personas no reconocen la culpabilidad de una persona y, en cambio, la apoyan con más fuerza, ¿qué es lo que ha sucedido? Es evidente que ha habido un adoctrinamiento y que este se puede presentar como publicidad, pero también se está educando a ese público para que pueda cometer cualquier abuso, si su «líder» ha quedado impune.
Hemos comentado en el epígrafe anterior que las series de televisión americanas ofrecían ejemplos de pautas de comportamiento asertivas. Hay algunas, sin embargo, en las que ocurre todo lo contrario. Es el caso de Los Simpsons, en la que todos los estereotipos de asertividad, mensaje positivo, etc. que siempre han caracterizado a las típicas series americanas han sido sustituidos por otros tipos de relación entre los personajes, de carácter más agresivo. Los personajes de Bart y de su padre, Homer, se comportan con frecuencia de esta manera.
Más radical aún es la serie South Park, donde todos los estereotipos de las series americanas que hemos comentado se pasan por alto, incluida la hora de emisión, ya que se trata de una serie que se emite de madrugada y, aun así, según algunas fuentes, tiene una enorme audiencia entre los niños, cosa que de por sí llama la atención, puesto que un horario de este tipo se supone adecuado para un público adulto.
Por otra parte, los dibujos y las animaciones de esta serie son absolutamente esquemáticos. ¿Qué es lo que hace, pues, que tenga tal aceptación? En primer lugar, sus diálogos y situaciones, libres de cualquier control. Y en segundo lugar, los caracteres de sus personajes, que van desde Karman, un chico que insulta y dice palabrotas, hasta Chef, un cocinero sumamente peculiar. Por raro que parezca, este tipo de series se están implantando de forma creciente y no está de más plantearse los caracteres y las situaciones que ofrecen con un enfoque crítico.
10. La amistad
A menudo nos preguntamos qué es lo que hace que dos personas sean amigas. La amistad es un lazo de unión totalmente voluntario entre dos o más personas que, en ocasiones, poco o nada tienen en común, y que, sin embargo, con el tiempo, van manteniendo una relación a veces más estrecha que con la propia familia. En general, los amigos se lo cuentan todo, comparten una serie de experiencias y, en definitiva, se lo pasan bien.
La psicología social busca las razones de la amistad en diferentes ámbitos y señala al grupo como la raíz de la amistad: para que esta pueda existir, el paso previo es el conocimiento entre las personas. El grupo está formado por dos o más individuos que trabajan para alcanzar objetivos comunes y satisfacer sus necesidades de una manera interdepen-diente, pues las acciones de cada miembro influyen en los demás. Por otra parte, comparten normas y valores, y su permanencia temporal depende de muchos factores pero, en esencia, de la obtención de sus objetivos.
Cuando los lazos de ese núcleo se van estrechando, es el momento en el que surge la amistad y en ella, como en todos los núcleos sociales, puede aparecer todo tipo de emociones e interacciones. Hay, por supuesto, muchos tipos de grupos; por ejemplo, el del aula en la que se desarrollan las clases de psicología, donde es fácil ver las características que acabamos de citar.
La forma de interactuar dentro de un grupo suele ser variable, similar a la evolución de los actores de una obra de teatro: depende del momento. Esto mismo sucede en cualquier otro tipo de conducta social. Por eso, al igual que en la sociología, el nombre que se da a ese tipo de interacciones es el de rol o papel. Y dentro del grupo social, ya sea de amistad o cualquier otro, el rol confiere un estatus o categoría dentro del mismo.
Ejemplo 5
Si analizamos nuestra situación en referencia al medio social en el que nos desenvolvemos, podemos ver que cada uno de nosotros desempeña diversos papeles: hijo, hermana, novio, alumna... Cada uno de estos papeles es un rol. Dentro de un grupo de amistad, normalmente, uno decide dónde hay que ir, o la película que se va a ver, etc., mientras que los demás esperan. En la mayoría de los grupos sucede lo mismo, de manera que, además de ejercer un rol, cada uno mantiene un estatus dentro del grupo, donde siempre suele haber un gracioso, un retraído, etc.
11. La pirámide de Maslow
Todo individuo desea crecer dentro de su núcleo social por su motivación de logro, que podríamos definir como una especie de «envidia sana». Sin embargo, es preciso tener cubiertas una serie de necesidades más prioritarias para poder alcanzar objetivos más elevados.
Abraham Maslow plantea en el año 1943 una teoría de psicología social basada en esta jerarquía de necesidades humanas que se deben satisfacer para poder adquirir las siguientes y las representa en forma de pirámide con cinco estratos o escalones:
■ El más básico hace referencia a las necesidades fisiológicas tales como comida, bebida, sueño, refugio, y naturalmente, salud.
■ El escalón siguiente recoge las necesidades de seguridad que, al menos en teoría, deben seguir a las anteriores, aunque como ocurre en situaciones de guerra, es posible que el sujeto renuncie al sustento básico con tal de vivir más seguro.
■ Toda vez que el sujeto tiene sustento y seguridad, busca tener una afiliación, en el sentido de cariño, sentirse arropado o formar parte activa de su núcleo social.
■ Cuando llega a satisfacerse el estrato anterior, el sujeto empieza a necesitar el reconocimiento por parte de los demás miembros de su sociedad, como una especie de necesidad de ego.
■ El último escalón de la pirámide lo constituyen las necesidades de autorrealización, entendidas como una necesidad general del ser o de autoestima, haciendo lo máximo que pueda en la medida de sus capacidades, lo que en otras palabras sería su plena felicidad y armonía.
12. Teoría cognítívo-socíal de Albert Bandura
Albert Bandura creó una teoría social a la que llamó teoría del aprendizaje social. Recientemente la ha revisado y renombrado con el título que abre el epígrafe, es decir, teoría cognitivo-social. Dicha teoría está basada en cuatro pasos generales:
■ Atención. Si alguien quiere aprender algo debe prestar atención a la conducta que le sirve de modelo, de manera que esta será su estímulo.
■ Retención. Si un individuo es influido por la observación de conductas, debe recordar las actividades que fueron modeladas en un momento y en otro. Tanto la imaginación como el lenguaje intervienen para facilitar este proceso de retención de la información, porque los seres humanos recordamos por medio de imágenes mentales y de descripciones verbales y somos capaces de reproducir las actividades en nuestra propia conducta.
■ Reproducción. Implica la conversión de representaciones simbólicas en acciones apropiadas. La reproducción de conductas se acompaña de la organización de las propias respuestas, de acuerdo con el modelo copiado. La capacidad de las personas de reproducir conductas se puede mejorar con la práctica.
■ Motivación. Para imitar una conducta, la persona debe tener algún factor que le motive a hacerlo. Este incentivo imaginario actúa como un reforzador. Los reforzadores negativos favorecen que el modelo sea abandonado.
Albert Bandura combina las filosofías conductista y cogniti-va para explicar esta teoría del modelado o del aprendizaje observacional. Este autor ve la personalidad humana como una interacción entre el entorno y los procesos psicológicos de la persona.
Así, Bandura dice que los seres humanos somos capaces de controlar nuestra conducta mediante un proceso conocido como autorregulación. Este proceso consta de los tres pasos siguientes:
■ Autoobservación. Los seres humanos nos miramos a nosotros mismos y nuestras conductas, y seguimos las huellas de nuestras acciones.
■ Juicio. Las personas comparamos estas observaciones con ciertas medidas, que pueden venir dadas por las reglas sociales o medirse estandarizadas por nosotros mismos, es decir, obtenidas por nuestro propio modo de actuar.
■ Autorrespuesta. Si después de juzgarse a sí misma, la persona considera que está bien en comparación con la medida tomada, se dará, también a sí misma, un refuerzo o autorrecompensa. Pero si considera que no lo está, lo que se administrará será una especie de autocastigo.
Algunos de los experimentos más conocidos de Bandura son los realizados con muñecas. Especialmente, hay uno en el que mostraba un vídeo a unos niños, en el que un adulto pegaba a una muñeca, le ponía nombres, etc.
Bandura dividió a los niños en tres grupos y cada grupo vio el vídeo con un final diferente. En el primero, el adulto era premiado por su conducta. En el segundo, era reprobado. En el tercero, su conducta no tenía consecuencias ni positivas ni negativas. Entonces estudió las diferencias entre los niños y las niñas.
El resultado mostraba que los niños imitaron al adulto en todos los casos, mucho más que las niñas. Ellas fueron mucho más receptivas al mensaje del vídeo. Cuando el adulto era premiado, la conducta era muy imitada. Las respuestas imitadoras decrecían a medida que no había premio ni castigo y eran menores cuando el adulto era reprobado. De esta manera, se demuestra que, efectivamente, hay un componente importante de aprendizaje por imitación.